miércoles, 2 de julio de 2008

19 de julio de 1977 UN PARO PARA LA HISTORIA DEL PERÚ

Dentro de muy pocos días de cumplirán 31 años del Paro del 19 de julio de 1977, considerado con razón un Paro Histórico en el proceso social de nuestra patria. Para comprender mejor la naturaleza de esa medida de fuerza impulsada por los trabajadores, hay que situar los hechos en el contexto concreto en el que ellos ocurrieron.

El país venía de la experiencia velasquista, de transformaciones sociales profundas que apuntaban no sólo a la modernización del país, sino incluso a un cambio radical en las relaciones de producción en determinadas esferas de la vida peruana. La reforma agraria primero y luego la creación de las Comunidades Laborales en la industria, la minería y otros sectores, habían abierto canales de participación activa a campesinos y trabajadores que buscaban afirmar su sentimiento y su conciencia de clase en medio de una dura lucha contra la explotación y la miseria

Sin hacerse ilusiones con el proceso, y sin hipotecar su independencia de clase, la CGTP respaldaba firmemente ese proceso asumiendo una línea que luego fuera confirmada como certera por la historia. En el periodo, en medio de una lucha fragorosa y constante, los trabajadores habían afirmado el sitial del sindicalismo y se habían convertido en una fuerza real que jugaba un papel concreto en la vida peruana. La CGTP pesaba, y se hacia sentir porque encontraba apoyo y acogida en los sectores mayoritarios de la población, y odio y rechazo en medios en los que las castas privilegiadas de siempre procuraban mantener su dominio tradicional.

Cuando ocurrió el desplazamiento de Velasco Alvarado de la Jefatura del poder, se inicio un cambio que, en un primer momento no fue detectado por los sindicatos en su real dimensión. Originalmente, el gobierno de Morales Bermúdez asumió el compromiso de profundizar el proceso y esa idea fue asumida como suya por los militares más identificados con la experiencia anterior: Leonidas Rodríguez, Jorge Fernández Maldonado y otros. Formalmente, no existía, entonces, motivo mayor de desconfianza.

Los hechos nos demostraron pronto que esa percepción era errónea. Velasco no había sido removido de su puesto para profundizar nada sino simplemente para iniciar un proceso gradual -pero efectivo- de los cambios que se operaban en la vida nacional. Comenzó así la depuración de los cuadros castrenses y se inició una ofensiva violenta de los empresarios contra los trabajadores. En el marco de esta última, los empresarios del calzado tomaron la delantera y provocaron despedidos y represalias en perjuicio de los sindicalistas.

Aunque la CGTP -durante todo el periodo de Velasco- había recurrido a diversas medidas de lucha, no optó por un Paro Nacional considerando que esa acción contravenía los intereses de clase de los trabajadores. Con Morales Bermúdez la situación era ya distinta. Y por eso la Central recurrió a la acción extrema, en lo que bien podría considerarse un ensayo del paro Nacional del 19 de julio del 77. Fue, en efecto, el paro en Lima y Callao dispuesto para el 29 de diciembre de 1975 en demanda de la reposición de los trabajadores de Plásticos El Pacífico, una empresa de capitalistas chilenos. Importante resulta subrayar ahora que esa lucha culminó de manera exitosa por cuanto, finalmente, el conflicto se resolvió como los trabajadores lo habían planteado.

Ese paro, sin embargo, demostró que los trabajadores podían recurrir a una acción de lucha más amplia; y que el proceso de Morales Bermúdez seguía un rumbo opuesto a los objetivos enunciados. Pero ambas ideas fueron madurando lentamente a lo largo de 1976 y se expresaron más abiertamente en 1977 cuando el gobierno dio pasos más concretos para un entendimiento desembozado con el Fondo Monetario y los organismos financieros internacionales. Fue esa la misión que a fines de junio se propuso el régimen. Ahí estuvo diseñada la esencia del Programa Piazza para la “reactivación de la economía”. Era, sin duda, el punto de partida para un sometimiento abierto a los dictados del Capital. El Paro Nacional, entonces, se puso a la orden día.

Una revisión somera de los diarios de aquellos días nos da cuenta de un clima de violencia creciente y de agudos enfrentamientos sociales, de medidas intimidatorias adoptadas por el gobierno y de valerosas luchas libradas por los sindicatos. La lucha de clases estaba en plena ebullición, y las tareas de los trabajadores se planteaban en la orden del día.

Como existía ya un clima de descontento generalizado, se previó incluso el Paro Nacional para los primeros días de julio de ese año, pero finalmente se difirió hasta el 19 por razones de organización de la lucha. Ocurrió, sin embargo, que el gobierno no las tenía todas consigo y, asustado también por la presión social, retrocedió y dejó en suspenso el “paquete Piazza”. Una interpretación mecanicista de los hechos dio lugar a una consulta a los dirigentes sindicales en torno a la concreción de la medida de lucha, que fue desestimada. El Paro se hizo realidad.

La violencia en el Paro no provino de los trabajadores, sino del gobierno. El allanamiento del local de la CGTP y la captura de dirigentes sindicales, algunos de los cuales fueron detenidos mientras que otros tuvieron simplemente que esconderse para continuar la lucha en otras condiciones. El gobierno también fue responsable de la represión callejera, que dejó una dolorosa estela de muerte en la avenida Túpac Amaru, en Comas. Pero la acción más cruel y más pérfida del régimen –ideada por los empresarios- se expresó a partir de los Decretos Supremos 010 y 011 mediante los cuales se autorizaba el despido inmediato de los dirigentes sindicales y trabajadores que se sumaran a la causa. Era la carta blanca que buscaban los patronos para descabezar al movimiento obrero. Y eso fue lo que ocurrió. En horas, en efecto, fueron despedidos más de 5,000 trabajadores, la inmensa mayoría de los cuales eran los dirigentes de todos los sindicatos y federaciones afiliados a la CGTP. Aunque la Federación Bancaria se empeñó -y pudo lograrlo- en obtener la reposición de sus despedidos –alrededor de 600- eso no ocurrió con los otros destacamentos del movimiento obrero y sindical. La CGTP misma no puso mucho empeño en enarbolar esa bandera, como sí ocurriera después con los despedidos del fujimorato.

No obstante este duro contraste sufrido por el movimiento sindical, aún fue posible, al año siguiente, decretar un nuevo Paro que resultó aún más vigoroso y contundente: el del 22 y 23 de mayo de 1978, que abrió finalmente la perspectiva a la Asamblea Constituyente y al retorno a la democracia formal de antes y marcó el fin de la experiencia militar de 12 años.

Aunque han pasado 31 años del 19 de julio del 77, la fuerza del pueblo subsiste y la capacidad de lucha de los trabajadores - enfrentados a nuevos retos- se mantiene intacta.

No hay comentarios: