lunes, 5 de mayo de 2008

La táctica de la lucha de clase del proletariado

Después de poner al descubierto, ya en 1844-1845, uno de los defectos fundamentales del antiguo materialismo, consistente en que no comprendía las condiciones ni apreciaba la importancia de la acción revolucionaria práctica, Marx consagra durante toda su vida, paralelamente a los problemas teóricos, una intensa atención a las cuestiones de táctica de la lucha de clase del proletariado. Todas las obras de Marx, y, en particular, los cuatro volúmenes de su correspondencia con Engels, publicados en I9I3, nos ofrecen a este respecto una documentación valiosísima. Esta correspondencia está todavía muy lejos de haber sido debidamente clasificada, sistematizado, estudiada y ordenada. Por eso, hemos de limitarnos forzosamente aquí a las observaciones más generales y más breves, subrayando que, para Marx, el materialismo despojado de este aspecto era, y con razón, un materialismo a medias, unilateral, sin vida.

Marx determinó la tarea esencial de la táctica del proletariado en su rigurosa correspondencia con todas las premisas de su concepción materialista y dialéctica del mundo. Sólo considerando objetivamente el conjunto de las relaciones mutuas de todas clases sin excepción, que forman una sociedad dada, y considerando, por tanto, el grado objetivo de desarrollo de esta sociedad y sus relaciones con otras sociedades, podemos tener una base que nos permita trazar la táctica acertada de la clase de vanguardia. A este respecto, todas las clases y todos 1os países no son estudiados de un modo estático, sino dinámico, es decir, no en estado de inmovilidad, sino en movimiento (movimiento cuyas leyes emanan de las condiciones económicas de vida de cada clase). El movimiento es a su vez enfocado no solamente desde el punto de vista del pasado, sino también del porvenir, y, además, no con el criterio vulgar de los "evolucionistas", que no perciben más que cambios lentos, sino dialécticamente: "En los grandes procesos históricos, veinte años son igual a un día -escribía Marx a Engels-, si bien luego pueden venir días en que se condensen veinte años" (Correspondencia t III pag. 127).

La táctica del proletariado debe tener en cuenta, en cada grado de su desarrollo, en cada momento, esta dialéctica objetivamente inevitable de la historia humana; de una parte, utilizando las épocas de estancamiento político o de la llamada evolución "pacífica", que marcha a paso de tortuga, para desarrollar la conciencia, la fuerza y la capacidad combativa de la clase avanzada; y, de otra parte, encauzando toda esta labor de utilización hacia la "meta final" del movimiento de esta clase, capacitándola para resolver prácticamente las grandes tareas al llegar los grandes días "en que se condensen veinte años". Dos consideraciones de Marx tienen en este punto particular importancia: una, de la Miseria de la Filosofía, se refiere a la lucha económica y a las organizaciones económicas del proletariado; la otra pertenece al Manifiesto Comunista y se refiere a sus tareas políticas. El primer pasaje dice así: "La gran industria concentra en un solo lugar una multitud de personas, desconocidas las unas de las otras. La competencia divide sus intereses. Pero la defensa de los salarios, este interés común frente a su patrono, los une en una idea común de resistencia, de coalición…Las coaliciones, al principio aisladas, se constituyen en grupos y, enfrente del capital siempre unido, el mantener la asociación viene a ser para ellos más importante que la defensa de los salarios...

En esta lucha -verdadera guerra civil- se van uniendo y desarrollando todos los elementos necesarios para la batalla futura. Al llegar a este punto, la coalición adquiere un carácter político". Ante nosotros tenemos el programa y la táctica de la lucha económica y del movimiento sindical de varios decenios, de toda la larga época durante la cual el proletariado prepara sus fuerzas "para la batalla futura". Hace falta comparar esto con los numerosos ejemplos de Marx y Engels, sacados del movimiento obrero inglés, de cómo la "prosperidad" industrial suscita tentativas de "comprar a los obreros" (Correspondencia con Engels I, I36) y de apartarlos de la lucha; de cómo esta prosperidad en general "desmoraliza a los obreros" (II, 218); de cómo el proletariado inglés "se aburguesa"; de cómo "la nación más burguesa de todas" (Inglaterra) "parece que quisiera llegar a tener junto a la burguesía una, aristocracia burguesa y un proletariado burgués (II, 290); de cómo desaparece en él la "energía revolucionaria" (III, 124); de cómo habrá que esperar más o menos tiempo hasta que "los obreros ingleses se desembaracen de su aparente contaminación burguesa" (III, 127); de cómo al movimiento obrero inglés le falta "el ardor de los carlistas" (1886; III, 305); de cómo los líderes de los obreros ingleses se transforman en un tipo intermedio "entre el burgués radical y el obrero" (dicho refiriéndose a Holyoake, IV, 209); de cómo, en virtud del monopolio de Inglaterra y mientras ese monopolio subsista, "no habrá nada que hacer con el obrero inglés" (IV, 433). La táctica de la lucha económica en relación con la marcha general (y con el resultado) del movimiento obrero, se examina aquí desde un punto de vista admirablemente amplio, universal, dialéctico, verdaderamente revolucionario.

El Manifiesto Comunista establece el siguiente principio del marxismo, como postulado de táctica de la lucha política: "Los comunistas luchan por alcanzar los objetivos e intereses inmediatos de la clase obrera; pero, al mismo tiempo, defienden también, dentro del movimiento actual, el porvenir de este movimiento". Por eso, Marx apoyó en 1848, en Polonia, al partido de la "revolución agraria", "el partido que hizo en 1846 la insurrección de Cracovia". En Alemania, Marx apoyó en 1848 y 1849 a la democracia revolucionaria extrema, sin que jamás se retractara de lo que entonces dijo sobre táctica. Para él, la burguesía alemana era un elemento "inclinado desde el primer instante a traicionar al pueblo" (sólo la alianza con los campesinos hubiera puesto a la burguesía en condiciones de alcanzar enteramente sus objetivos) "y a pactar un compromiso con los representantes coronados de la vieja sociedad". He aquí el análisis final de Marx acerca de la posición de clase de la burguesía alemana en la época de la revolución democrático-burguesa. Este análisis es, entre otras cosas, un modelo del materialismo que considera a la sociedad en movimiento y, por cierto, no toma solamente el lado del movimiento que mira hacia atrás: ". . sin fe en sí misma y sin fe en el pueblo; gruñendo contra los de arriba y temblando ante los de abajo;... empavorecida ante la tormenta mundial; jamás con energía y siempre con plagio;... sin iniciativa;... un viejo maldito condenado, en su propio interés senil, a guiar los primeros impulsos juveniles de un pueblo robusto. . ." (Nueva Gaceta del Rin, 1848, véase Herencia literaria, t. III, pág. 212).

Unos veinte años más tarde, Marx decía en una carta a Engels (III, 224) que la causa del fracaso de la revolución de 1848 fue que la burguesía había preferido la paz en la esclavitud a la sola perspectiva de lucha por la libertad. Al terminar la época revolucionaria de 1848-1849, se levantó contra los que se obstinaban en seguir jugando a la revolución (lucha contra Schapper y Willich), sosteniendo que era necesario saber trabajar en la época nueva, en la fase que iba a preparar, bajo una "paz" aparente, nuevas revoluciones. La siguiente apreciación de la situación de Alemania en los tiempos de la más negra reacción, en el año 1856, muestra en qué sentido pedía Marx que se encauzase esta labor: "En Alemania todo dependerá de la posibilidad de respaldar la revolución proletaria con alguna segunda edición de la guerra campesina" (Correspondencia con Engels, II, 108). Mientras en Alemania no estuvo terminada la revolución democrática (burguesa), Marx concentró toda la atención, en lo que se refiere a la táctica del proletariado socialista, en impulsar la energía democrática de los campesinos. Opinaba que la actitud de Lassalle era, "objetivamente, una traición al movimiento obrero en beneficio de Prusia" (III, 210), entre otras cosas porque se mostraba demasiado complaciente con los terratenientes y el nacionalismo prusiano. "En un país agrario -escribía Engels en 1865, en un cambio de impresiones con Marx a propósito de una proyectada declaración común para la prensa-, es una bajeza alzarse exclusivamente contra la burguesía en nombre del proletariado industrial, sin mencionar para nada la patriarcal explotación del palo" a que los obreros rurales se ven sometidos por la nobleza feudal" (III, 2I7). En el período de 1864 a I870, cuando tocaba a su fin la época de la revolución democrático-burguesa en Alemania, cuando las clases explotadoras de Prusia y Austria disputaban en torno a los medios para terminar esta revolución desde arriba, Marx no se limitó a condenar a Lassalle, por sus coqueterías con Bismarck, sino que corrigió a Liebknecht, que había caído en la "austrofilia" y defendía el particularismo. Marx exigía una táctica revolucionaria que combatiese tan implacablemente a Bismarck como a los austrófilos, una táctica que no se acomodara al "vencedor", el junker prusiano53, sino reanudase sin demora la lucha revolucionaria contra él, incluso en el terreno creado por las victorias militares de Prusia (Correspondencia con Engels, III, 134, 136, 147, 179, 204, 2IO, 2I5, 4i8, 437, 440~44 I)54. En el famoso mensaje de la Internacional del 9 de septiembre de I870, Marx ponía en guardia al proletariado francés contra un alzamiento prematuro; pero cuando, a pesar de todo, éste se produjo (1871), aclamó con entusiasmo la iniciativa revolucionaria de las masas "que toman el cielo por asalto" carta de Marx a Kugelmann). En esta situación, como en muchas otras, la derrota de la acción revolucionaria era, desde el punto de vista del materialismo dialéctico en que se situaba Marx, un mal menor en la marcha general y en el resultado de la lucha proletaria, que el que hubiera sido el abandono de las posiciones ya conquistadas, la capitulación sin lucha: esta capitulación hubiera desmoralizado al proletariado y mermado su combatividad. Marx, que apreciaba en todo su valor el empleo de los medios legales de lucha en las épocas de estancamiento político y de dominio de la legalidad burguesa, condenó ásperamente, en 1877 Y 1878, después de promulgarse la Ley de excepción contra los socialistas, las "frases revolucionarias" de un Most; pero combatió con la misma energía, acaso con más, el oportunismo que por entonces se había adueñado temporalmente del Partido Socialdemócrata oficial, que no había sabido dar inmediatas pruebas de firmeza, tenacidad, espíritu revolucionario y disposición a pasar a la lucha ilegal en respuesta a la Ley de excepción (Cartas de Marx a Engels, IV, 397, 404, 418, 422, 424. Véanse también las cartas a Sorge).

Julio-noviembre de 1914. T. 2I, Págs. 27-74.
(Del folleto de Lenin: Breve esbozo biográfico con una exposición sobre el marxismo)

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