martes, 15 de abril de 2008

Al APRA con todo, sin tregua ni cuartel

Frente a la vuelta del demagogo Alan Garcia, lo único coherente a estas alturas es un enfrentamiento político con el grupúsculo que se ha enquistado en el Gobierno central. Con un Poder Judicial corrupto, fiscalías y procuradurías temblando de miedo para enfrentarse con las mafias apristas, si es que no están confabuladas con ellas. Con unos congresistas de formación ramplona y espíritu servil lo único coherente es el deslinde con una clase nacional de politiqueros salteadores y una estructura económico-social que los sustenta.

Alan García siempre ha a engrosado la fila de los políticos criollos vendepatrias y mentirosos que no tienen otra meta que satisfacer sus arcas confirmando aquel dicho: “la política actual es producto de la desocupación y la ignorancia”.

Más allá de amargarnos la vida por la alevosía y la avaricia de esos políticos rentados por la Derecha o de quedarnos lamentando y simplemente mirar por la televisión como lotizan nuestra patria y roban impunemente las arcas del Estado en la creencia de que los peruanos somos imbéciles.

No es en el terreno de las palabras donde se le derrotará al que se llevó millones y millones como denuncia un chileno. Es urgente reanimar la inmovilidad de las “organizaciones populares”, es necesario cuestionar esta reproducción en pequeño del sistema político nacional como son las organizaciones llamadas populares y sindicales del país, llámese SUTE, transportistas, etc.

Ya ni siquiera tiene sentido seguir alimentando el actual modelo de descentralización, ni siquiera de profundizarla. Las ahora regiones son pesadas herencias neocoloniales que han contribuido a nuestra pobreza y no sirven ni para producir riqueza, ni para una prestación eficiente de servicios públicos.

Siquiera pensarían -con una sóla excepción- los presidentes regionales en Autonomía real, Federalización, y hasta Consociación de nuevas regiones autonómicas o federales. Pero todos se han subido al coche de Alan García y su falsa descentralización.

Ya no tiene sentido poner parches progresistas al actual régimen vladiconstitucional. La estructura constitucional es inadecuada en los tiempos actuales. No sólo existe la obligación intelectual sino moral y política para abrir la participación de escuelas de pensamiento y darnos un tiempo razonable de reflexión colectiva.

Ya no tiene sentido seguir autoengañándonos con la bendita Democracia Representativa o esa vainita del Presupuesto Participativo (un pajeo oenegeístico que algunos despistados lo “trasladaron” a la Ley de Municipalidades)

Hay que dejar de lado la cháchara para ponernos a pensar en cómo recuperar la soberanía sobre nuestros recursos naturales, su utilización y, en base a ello, crear empleo y exportar valor añadido pero pensando como peruanos y no como ventrílocuos de las transnacionales: “no se puede”, “sin los gringos no hacemos nada”, “nadie nos va a prestar...” (Cómo se nota que en nuestro país no existe ni nunca ha existido una clase dominante peruana, sino eunucos oportunistas prestos a vender su país por unas migajas).

Ya no se puede seguir hablando de modernización del Estado, profundizar la regionalización y otras chácharas que no sirven absolutamente para superar los niveles de pobreza y deshumanización que existe en nuestra región. Aquel deslinde político tiene que pasar por la búsqueda de una mayor participación del pueblo en asuntos de política local, regional y nacional, tipo insurrecciones para obligar a retroceder a la actual clase política mafiosa y corrupta y forjar otras opciones de liderazgo más comprometidos con los cambios revolucionarios de estructura que requiere el Perú para no seguir cayendo en el peñasco.

Para hacer posible una comprensión coherente de las taras intrínsecas de la república representativa y su respectiva negación se hace necesario previamente experimentar el agotamiento de la misma y que la conciencia de ese agotamiento se haga carne y nervio de la praxis de las fuerzas sociales perjudicadas por el funcionamiento de la república representativa. Las fuerzas sociales deben estar convencidas de la necesidad de negarla (nuestro papel es hacerla capaz) y en el mismo momento en que la niegan, deben ser capaces de afirmar y crear una república superior.

Pero cuidémonos de las dirigencias oportunistas. En muchos momentos se ha probado que las masas a pesar de todo su heroísmo y sacrificio no podrán coronar en victoria ninguna de sus luchas mientras estén dirigidas por partidos y organizaciones políticas no proletarias que parasitan en los movimientos espontáneos de las masas y en el atraso político de los trabajadores.

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